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Mostrando las entradas de septiembre, 2017

Esto lo escribí en facebook.

Esto va para todos los que sufren (a causa o por falta de) amor. Una amiga (no diré quién, lo más seguro es que ella, al leer este comentario lo recuerde) me dijo que cuando terminas una relación sentimental con alguien, parte de esa persona se queda contigo y parte de ti se va con ella. Lo mismo sucede con una amistad, creo. Somos seres incompletos en constante vacío. Llenamos los huecos con una presencia y después, cuando termina, lloramos, nos revolcamos, queremos morir, d ejarnos en abandono. Yo no lo entendí hasta que lo viví, pero saben algo? Es lo mejor que me ha pasado, carajo, tengo vida y podré decir que he amado y me han amado. El dolor se sobrelleva, se carga, se volverá mudo. Y un día despertarás dispuesto a incompletar tu vida de nuevo, a volver a hacer poesía. El miedo siempre estará presente, el miedo al rechazo, a que nadie logre amarte... Y en muchas ocasiones será una verdad. Volverás a sentirte aniquilado, vencido y estrujado. Pero hay un mejor dolor que el autoind

Crónica de un naufragio

Hace un mes y ventitantos días estaba en una relación. Me sentía invencible, fuerte par sobrellevar los últimos meses de este año. Los astrsos se alinearon y conspiraron a mi favor o en contra, eso no lo tengo resuelto hasta que pase más tiempo, por lo que la relación de años terminó en una caótica lucha discursiva de ofensas. Agarré mi fortaleza y me propuse llevarlo lo mejor posible. ¡Error! Me topé contra pared. En mi vida, lo juro, había llorado tanto. Mi ansiedad, comezón y mis alteradas ganas de comer ganaron la batalla. Dejé por la paz la tesis, genial, tengo que meterle mil y una correcciones. Empecé a deprimirme. Todos los chismosos de mis allegados me dijeron que me veían muy triste, al parecer soy un payaso bastante gracioso para ellos. ¿Qué tan difícil de entender es mi depresión disfrazada de sacrosanto sarcasmo? Fue el mes más duro de mi vida. Yo me burlaba de esas personas, yo me reía de la tristeza. Todavía lo sigo haciendo, creo que la depresión es la enfermedad de

Éramos la generación de la vergüenza

Hace unos meses, mis padres en lastimoso quejido me dijeron: "¿Qué harás cuando estemos muertos, no sabes ni prender la lavadora?" El carácter de inútil invariablemente me ha perseguido desde que abrí los ojos por vez primera. Y ¿qué esperaba? Son de una generación de chinga obligada, aprendieron a podrirse en una oficina para esperar la patada de la jubilación y la remuneración que tres veces pagaron. Yo no gozaré de esos privilegios. Para no ser una lapa, conseguí tres trabajos, a penas llegué a ganar un poco más de tres mil pesos al mes. Y yo no soy el único ejemplo. La mayoría de mis amigos tienen empleos informales para los que no estudiaron, si se enferman, tendrán que darse de santos porque pudieron pagar los medicamentos del Dr. Simi. Pocos son los afortunados que han empezado a trabajar en una oficina gubernamental en la que si bien te explotan, te compran con un cómodo crédito hipotecario y la promesa de que el primogénito nacerá en una amplia y acondicionada cl