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No había escrito porque no tenía de qué quejarme. Ayer en un arranque de amor propio decidí dejarte. No más conmiseraciones, eres un ave, cruza el cielo y atraviesa el mar. Yo soy un árbol, encadenado a la tierra, incapaz de moverse por mutuo propio, necesito una leve brisa para que mis hojas a su compás bailen.

   Fui al mar. "Mi pesar es más grande que el mar", quería fundirme en él y arrebatarme la vida que no pedí tener. Regresé con tristeza acumulada, durante mi estancia en el rincón acuoso no sentí nostalgia, melancolía o tristeza, ellas en triada de bienvenida se alojaron a mi regreso en mi ser profano, impuro y malévolo.

   Es un precio a pagar: el que ama y entrega todo, se pierde a sí mismo. Sufrimiento innecesario, sufrimiento casi impuesto. Mañana reanudaré labores. Las calles continúan ausentes.

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¿Así o más?

No he escrito nada porque no tengo de qué hablar, últimamente sólo me quejo. La vida de adulta no es lo que yo había imaginado, sinceramente siempre había pensado que llegaría a ser exitosa, creí con inocencia lo que los demás opinaban de mí, mal hecho. El ego herido habla desde su rechazo, nada duele más que saberte ajena al mundo que te habían prometido. ¿A dónde iré? Hoy observé el cielo y la supuesta tormenta que se avecinaba sólo hizo que me recogiera en mis aposentos a esperar que rompiera la lluvia. Y si eso hago con la vida? Veo un signo poco favorable y huyo. **** ***** ******* P E N S A M I E N T O S    El amor y la ansiedad son pésimos complementos, agua y aceite, noche en un día cálido.  No hay nada que reconforte mi alma como el café. ¿Por qué es tan difícil ser feliz? Tengo el corazón empanizado con el polvo de mis supuestos fracasos. Navegar aunque no haya mares que surcar.  Estrepitosos gritos de ayuda, ecos mudos de dolor. Nunca ser escritora, nunca ...