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¿A quién engaño?

He bloqueado de la memoria las pequeñeces con las que se consolidan las grandes historias autoinventadas que rompen con la delicada tela de la monotonía en la que se envuelve la supremacía del no cambiar nada.

¿A quién engañaré si la ficción de un mundo perfecto se ha ido por el escusado y sólo me queda la tristeza? La cruel, pero verdadera tristeza de saberte solo, sin comparsa, caminando por el "valle de lágrimas". Porque del engaño y del llenar el vacío nace el amor. Un arbitrio pasajero, la estocada al corazón.

El subterfugio perfecto para la pendejez propiamente humana. ¿A quién engañaré si he pasado noches en vela intentando disimular que con abrazos profanos me basta para continuar? ¿A quién engañaré si la piel nació para ser tocada y mis brazos para ser llenados por cuerpos candorosos y las hojas en blanco, oh, las perras en blanco, nacieron para ser mancilladas con escarnio poético por el bien que nunca ha de ser venidero?

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